Limosna
¡Qué falta de respeto preguntarme si necesito dinero para comer! Se me hace increíble que haya tanta gente insensible a la necesidad humana. Yo nunca he sido participe de darle dinero a los pedigüeños, ya que eso es solo prolongar su sufrimiento; ya sea que lo necesiten para comer o para tomarse una cerveza.
Imagínese que va caminando por el desierto, lleva dos días sin probar gota de agua, esta deshidratado, llagas en los labios, ya no suda; es poco lo que le falta para lo inevitable: La muerte. En ese momento que ya no puede más, cae de rodillas y alzando la mirada hacia el cielo decide implorarle a Dios que lo ayude; ¿y por qué no? Usted siempre fue un buen cristiano, y nunca le ha pedido nada a Dios, asistió a la iglesia, hizo donaciones, etc. De pronto se abren las puertas del cielo y Dios le brinda un vaso de agua. ¡Que porquería! “Sácame del desierto y ponme en un paraíso, o por lo menos en la sala de mi casa, donde yo puedo levantarme y tomar la cantidad de agua que necesita mi cuerpo.”
Esos de ustedes que creen en Dios, cualquiera que sea: Jehová, Ala, Buda, una vaca… Si, los fanáticos a la creencia de algo superior a nosotros, se van a sentir insultado, y su ilógica lógica, les dirá que Dios trabaja en forma misteriosa, y que Dios sabe lo que hace.
Bueno, gracias a Dios, yo no soy un Dios. Yo, Jorge Rodríguez, con todas mis imperfecciones, no permitiría el sufrimiento, ni la guerra, ni las enfermedades, ni la envidia, ni ninguna de las tantas cosas que perpetúan el sufrir humano. Al primer indicio de egoísmo, avaricia, abuso, etc., lo eliminara. Pero yo solo soy un hombre imperfecto y no “Dios”.
Por lo tanto, yo no soy ni seré participe de repartir migajas. Si alguien quiere un pescado, no se lo regale (que es lo más fácil), no, mejor regale lo requerido para pescar y ensénelo a pescar. No me ofrezcan dinero para comer, ofrézcanme un trabajo, donde con dignidad yo me gane el pan diario. No me pueden ofrecer un trabajo, tampoco prolonguen mi agonía.
¡Qué mal agradecido soy! Si necesita ayuda para subir un refrigerador a un décimo piso por una escalera estrecha, yo lo ayudo; si necesita empujar un carro loma arriba, yo lo ayudo y hasta si puedo, le arreglo el carro, pero no me pida ni diez centavos para la gasolina, pues si no tiene para la gasolina: ¡¿Qué hace con un carro?!
Si voy a ayudar a alguien lo hago y se acabó, no ando preguntando si quiere que lo ayuden. Siempre he supuesto que cuando ofrecen, es con la expectativa de ser rechazados. También, no dudo que haya muchas personas que se encuentran en situaciones desesperantes, pero después de ayudarle y no es solo darle de comer, ensénale a sobrevivir y a valerse por sí mismo. Da lo requerido para lograr un cambio radical y positivo.
No se apacigüe la conciencia dándole unos centavitos al mendigo; ayúdelo a salir de su situación. Las palabras: “Hago lo que puedo” son solo una excusa para justificar la falta de acción. Tenga respeto propio y hacia el prójimo y mejor no haga nada. Cuando yo era pequeño mi abuela me decía: “Si vale la pena hacerlo, vale la pena hacerlo bien hecho.”
Yo respeto más a un ladrón que roba por necesidad que a un pedigüeño.
Jorge Rodríguez
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